Quiero comenzar esta mi andadura por y para homenajear al ser más completo que conozco y al que amo y respeto “el perro”.
No hay nada que me inspire más paz, seguridad y dulzura que la mirada de un perro, sus gestos de atención cuando te diriges a él, el ansia por estar a tu lado, la necesidad de compartir contigo todo aquello que hagas, en fin, el que tiene y conoce a un perro, puede imbuirse en esta mi razón, y mi deseo de comunicar, sobre todo a aquellos que no lo han experimentado, y a los que invito a que lo hagan.
Buscando en la selva de los datos y el conocimiento, es difícil llegar a cual es el origen del perro.
Podemos partir de los fósiles más primitivos de la familia de los perros, encontrándose en Norteamérica y que corresponden al período Oligoceno, hace 30 millones de años, criatura con apariencia de perro y denominada Cynodictis. Seguidamente el Tomarctus, evolucionó durante el período Mioceno, hace 24 millones de años. Ya en un periodo de tiempo de 300 mil años, aparecerá el género Canis, que evolucionó convirtiéndose en Canis lupus o lobo, descendiente de este lobo el primer perro doméstico hace 12 mil años.
Como el lobo pasa a convertirse en un perro, pues bien, llegamos al último periodo Glacial, hace unos 40 mil años, y es en ese momento en el que los lobos empiezan a alimentarse de carroña y comer desperdicios que tiraban los humanos, de ese modo se van desarrollando y acercando al hombre, a su entorno, y de algún modo a convivir con él.
Pero es la sociedad del antiguo Egipto y Asia Occidental, la que convive con el perro de una forma cercana, con gran respeto y sentimiento de afecto y cariño. Ya eran diversas razas de perros las que criaba, tales como Mastines y Galgos.
Han sido representados en esculturas y pinturas, incluso llevando collares. Se han encontrado perros momificados en las tumbas junto a sus amos, y se penaba el mal trato a los perros, como podemos apreciar era una sociedad bastante avanzada, pues eran amados y tratados como miembros de la familia en todos los niveles de la sociedad.
Esto nos hace estar más cerca de aquellas gentes, personas que vivieron hace 2 mil a 5 mil años atrás.
Eran sus compañeros en cacerías, o simplemente se sentaban en su regazo en el hogar, junto a su amo, incluso inmortalizado en pinturas murales de tumbas, en las que está en la vida diaria del fallecido.
Tanto es así, que podemos ver en el museo del Cairo, de la tumba de Maihergeri, se obtuvieron collares caninos de cuero pintados de color rosa, verde y blanco, con adornos metálicos en forma de caballos saltando.
Plutarco, biógrafo y filósofo griego, (46-120 A.C.) ya dejó constancia escrita de los honores que se le proporcionaban al perro, la muerte de una mascota, creaba una gran conmoción, hasta el punto de que la familia al completo se afeitaban el cuerpo y la cabeza para de este modo poder calmar su gran pena.
La preparación del entierro del perro, era muy similar al de los humanos, tanto es así, que los más adinerados llevaban a cabo diferentes rituales, todos ellos muy variados y costosos. Como anécdota, en época del Imperio Antiguo (2680-2180 a.C.), un perro de caza llamado Abutin, que significa “orejas en punta”, cuyo amo, faraón, al morir su mascota ordenó que el ataúd integrase el tesoro de la realeza, ordenó momificarlo y fuera vendado con finísimo lino, inhumado en incienso y llevado al sepulcro como se hiciere en honras de cualquier noble de la corte. Esto podemos conocerlo, gracias a un papiro en el que se plasmó esta preciosa historia.
El gran legado de las pinturas, nos ha permitido saber, que eran maravillosamente tratados, eran bañados y cepillados, eran alimentados con el mejor alimento, tenían nombres afectuosos, como hhi (“mio”), ó ubis (protector), etc.
Nos cuentan los arqueólogos que han logrado llegar a identificar hasta 80 nombres de perros, aludiendo bien a su personalidad, trabajo o talento de los mismos, también haciendo referencia a sus características físicas. Los perros utilizados en la guerra, se les nombraba como un número: el Quinto, el Sexto, etc. O también nombres que calificaban conductas irreductibles, siendo en algunos casos humorísticos como, Loco, Inútil, Perra de la ciudad, entre otros.
Es fascinante conocer, que los perros callejeros, extraviados y rebuscando comida en las calles de Luxor o Menfis, estaban protegidos por las Leyes faraónicas y sacerdotales, que impedían molestar a los mendigos, a los perros y a los gatos, así que estos tenían protección doble.
En cuanto a las razas, se puede aprecia a través de los papiros y pinturas en los sepulcros principalmente, a las razas siguientes: pharaoh, ibizan-hounds y al dálmata, este fundamentalmente entre la nobleza egipcia. También se ha podido ver fundamentalmente en los pairos tres lebreles: el galgo español, el galo italiano miniatura y el afgano.
Digno de mención, y para mí sumamente gráfico, es el conocer que había criados especializados en el cuidado y entrenamiento de los perros, y cuyos canes vivían en caniles de adobe separados de la casa, y cuyos cuidadores estaban incluso organizados sindicalmente.
Curiosamente, pasaremos a la Antigua Roma, en la cual las mascotas pueden ser de lo más variopinto, desde aves, hasta hurones (para controlar los ratones y las ratas), no tanto así, los gatos, que no eran muy aceptados, pero sí lo eran nuestros amigos, los perros. Estos eran utilizados para la guerra, o para estar en el hogar, en este caso también como perros guardianes y protectores, al igual que actualmente escribimos el letrero “cuidado con el perro”, los romanos escribían “Cave canes” cuyo significado es el mismo en latín. La raza más aceptada era el galgo, pero otras razas que fueron de su agrado eran: los de Laconia (Esparta), los molosos y el Vertragus (antepasado de nuestros galgos), y perros más pequeños como el maltés.
Curiosamente se utilizaban los Galgos para el bienestar del amo en casos tan curiosos, como en el que necesitaba calor por motivos de salud, y hacía las funciones de una botella de agua caliente, situándose debajo de las sabanas de la cama del amo, y transmitiéndole su calor. Las razas mas pequeñas, eran utilizados estrictamente como compañeros de las mujeres.
A principios de la Edad Media, sólo se explotan las cualidades de agresividad de los perros. De esta manera, el perro vuelve a estar presente en la pintura, rara vez solo sino más bien en jauría. Los pintores suelen representa al rey cazando en compañía de sus perros, a veces muy numerosos, ya que las jaurías pueden agrupar hasta un millar de animales., a pesar de las prohibiciones de la Iglesia.
Era la caza el arte, el entretenimiento, y el modo de prepararse para la guerra, para el arte de matar. Era en la caza, donde el joven intrépido llevaba a sus perros, compañeros cómplices y auxiliares, con los que compartían sus anhelos y desarrollaba sus facultades bélicas. Se llegaba a tener una relación estrecha y una verdadera convivencia, como resultado de su largo tiempo juntos, en su adiestramiento para conseguir las mismas reacciones, los mismos reflejos e inquietudes entre el dueño y el can.
Todo esto sucedió tanto en las poblaciones de origen galorromano, como germánico de la Galia merovingia o carolingia, hasta el punto de llegarse a instaurar un sistema legal de protección del perro. Como curiosidad comentar, que el ladrón de un perro, era condenado a besar en público el trasero del animal y el que se negara a ello tenía que pagar cinco sueldos al propietario y dos de multa al tribunal público. Siendo estas cuantías superiores en el caso de los francos, instalados al norte de las Galias, cuya cantidad se elevaba hasta los quince sueldos, como indemnización por la pérdida sufrida temporalmente de un auxiliar aplicado y eficaz como era el can para su amo.
A pesar de estar prohibido por la iglesia, la sociedad apreciaba la compañía de los perros, entre los cuales los clérigos, a pesar de la prohibición por los concilios merovingios y carolingios, también cazaban en los bosques con sus perros, así como su entrada en el hogar, y su acercamiento al fuego, a pesar de tener la idea de que eran la encarnación del diablo.
Tanto es así lo que sucedía, que a través del estudio arqueológico de esa época, se ha podido comprobar que algunos difuntos en la Edad Media, iban acompañados por sus perros hasta la tumba, en la idea de que la muerte no podía separar a unos viejos camaradas.
Además de cazadores, eran protectores, y vigilantes, especialmente de la llegada de los lobos a la ciudad, hasta el punto de que estos en algunas ocasiones fueron devorados por los lobos, al intentar cercarlos el paso.
No obstante, paso a paso, y de forma progresiva, el perro de compañía aparecerá con la era del humanismo y el Renacimiento, en el que la alegría de vivir, la comodidad y la estética reconvertían en una nueva forma de vida.
Era para los nobles, uno de sus mayores medios de divulgar su riqueza y prestigio, el tener perros de raza, que a su vez eran su orgullo.
Ya toma importancia el aparecer el perro al lado de su amo, y se inicia el gusto por su inclusión en las obras de arte, tanto en retratos, como en situaciones cotidianas y sociales, incluso en los cuadros religiosos.
Tras este breve recorrido por la historia de los canes, creo que debemos entrar a mencionar a todos aquellas mascotas, con nombre y con amo “importante” “famoso” o “curioso”, que han llega a conseguir, que grandes personajes, y personas anónimas e incluso desconocidas, hayan caído rendidos ante su cariño, fidelidad y comportamiento, hasta el punto de haber logrado que grandes hombres, incluso, crueles hombres de la historia, hayan dependido emocional y cotidianamente de sus mascotas.